Hong Kong y la isla Lantau

Hong Kong es uno de los centros turísticos, industriales, financieros y comerciales más importantes del mundo, y supone el trampolín para el comercio y la inversión con la China continental. Se compone de una península y multitud de islas situadas en la costa sur del Mar de la China Meridional. Una de las más bonitas y turísticas es la isla Lantau.

Tras la Primera Guerra del Opio, en el año 1842, China cedió a Gran Bretaña la isla de Hong Kong, y fue colonia británica hasta el año 1997, momento en que pasó nuevamente a China como una Región Administrativa Especial, régimen que finalizará en el año 2047 con la plena integración.

Vistas desde el Pico Victoria. Hong Kong. Diciembre 2015


Otra región administrativa especial de China es la antigua colonia portuguesa de Macao, que visité días después. En ambas se emplea la política conocida como "un país, dos sistemas", por la que el sistema económico socialista de China no se aplicará hasta el traspaso total de soberanía, pero sí se hace cargo de la política exterior y la defensa del territorio. Poseen un sistema judicial independiente, e incluso su propio sistema de aduanas y fronteras. China y Reino Unido firmaron este acuerdo a finales del año 1984. Dicho régimen también se ofreció, esta vez sin éxito, a Taiwan.

Entre medias, Hong Kong también cayó bajo el dominio japonés durante la Segunda Guerra Mundial, y los británicos la recuperaron cuando finalizó con la rendición de éstos. La continua llegada de refugiados chinos desde el continente, antes y después de la victoria comunista en el año 1949, durante la guerra civil entre nacionalistas y comunistas, proporcionó mano de obra barata, que propició el rápido crecimiento de Hong Kong, especialmente en la industria manufacturera.


Hong Kong


Al llegar a Hong Kong viajando desde Cebú, en las Islas Filipinas, me encontré con un gran aeropuerto, moderno y prácticamente nuevo, en la isla Lantau. Estaba agotado después de pasar toda la noche en el aeropuerto de Cebú sin poder dormir. Saqué dólares de Hong Kong en un cajero, compré algo de picar en una panadería, y pregunté por el autobús que debía tomar para llegar al centro. Éste era el número A21, con un coste de 33 dólares, aunque el conductor, aparte de informarme sobre dónde bajar para ir a mi hostal, me perdonó un dólar por no cambiarme un billete grande. En aquel momento, el cambio de moneda rondaba los ocho dólares por cada euro. Tenía dos plantas, una zona en la baja para dejar las maletas, conexión wifi gratuita y pantallas donde poner ver el número y nombre de la siguiente parada. Desde la ventana de su planta alta comenzaron a aparecer grandes construcciones ante mis ojos, edificios altos, autovías entrelazadas y decenas de grúas trabajando en ampliar las moles de acero y hormigón. El panorama que estaba descubriendo era bien distinto al que dejé en la Islas Filipinas. 

Tenía reserva en un hostal céntrico para la primera noche. Los precios en Hong Kong son más altos que en el resto de Asia, y el espacio brilla por su ausencia, por lo que los malos comentarios de anteriores clientes en la mayor parte de los hostales del centro hacían referencia a ello. Por ello no quise reservar más noches hasta comprobarlo por mí mismo, a pesar de que la puntuación global de mi hostal era buena. Se llamaba Homy Inn, y estaba muy bien situado, en Tsim Sha Tsui, cerca de la calle Nathan, la principal de esa zona. Me dio la sensación de que tenía mucho que hacer y ver en poco tiempo.

Mi habitación contaba con un baño dentro y una litera de ¡tres camas!. Era la primera en mi vida que veía algo así, pero no sería la última en Hong Kong. El pasillo que quedaba en el dormitorio era mínimo, más estrecho que mis hombros, por lo que apenas quedaba espacio para dejar las mochilas, la mía y la de las otras dos personas. Aun así, estaba totalmente limpio, se veía cuidado y con el mobiliario aparentemente nuevo. También incluía agua, café o té totalmente gratuito, aunque para tomar alguno de los dos últimos, había que bajar a recepción, varias plantas por debajo. El precio, al cambio, fue de unos 13 euros.


Booking.com


Bajé a recepción para hacerme con un mapa de la ciudad, y el chaval joven que trabajaba allí fue realmente amable, dándome varios consejos sobre dónde comer, comprar varias cosas que le pregunté, o cómo y cuándo ir a visitar los monumentos principales. La sensación con el hostal fue buena desde el primer momento, por lo que decidí entonces ampliar mi estancia para la tercera y cuarta noche. La segunda la había reservado, también con antelación, en otro hostal distinto, que también tenía muy buena puntuación, pero que estaba en otra zona distinta y alejada de ésta que también quería visitar. Sin embargo, ya estaba completo, aunque el chaval quedó en avisarme si tenían alguna cancelación. 

Fui a comer al restaurante local que me había recomendado, a unos metros de la entrada del edificio, donde podías devorar un gran plato de noodles por sólo 30 dólares, es decir, unos tres euros y medio al cambio. Recordar que se trata de dólares de Hong Kong, y que es una ciudad cara, donde viene muy bien saber dónde comen sus habitantes por buena calidad y buen precio. Al preguntar por el picante, me dijeron que sólo llevaban un poquito y apenas se notaba. Pero lo noté, y mucho, así que fue la mejor manera de aprender que debía tener cuidado con ese tema. 

Después paseé por la zona cercana, calles con un comercio tras otro y gente por todos los lados, pues las fiestas navideñas llamaban a la puerta y se aprovechaban los descuentos. Algunos con rasgos indios me invitaban a pasar dentro de sus negocios, sastrerías, con trajes y camisas a medida, o tiendas con artículos tecnológicos aparentemente de segunda mano. De camino al puerto Victoria, para ver la panorámica de la parte de la ciudad que se encuentra al otro lado, pasé al lado del Museo de Arte de la ciudad, donde había una especie de hamacas con ruedas y hierba artificial donde varias personas dormían en esos momentos. Después fui a la torre del reloj, último vestigio de la antigua estación de ferrocarril de Kowloon.

Tsim Sha Tsui. Hong Kong. Diciembre 2015

Personas durmiendo en las hamacas con hierba fuera del Museo de Arte. Hong Kong. Diciembre 2015

Bahía Victoria y las vistas de la otra parte de la ciudad. Hong Kong. Diciembre 2015

Decidí entonces caminar hasta la terminal de los ferries que parten hacia Macao, mi siguiente destino, para conocer los precios y horarios, y al mismo tiempo, seguir visitando la ciudad, o más bien los centros comerciales situados en aquella zona. Al llegar, me contestaron que no era necesario comprar el billete con antelación, pues había varias compañías con salidas frecuentes todas ellas. 

Por recomendación del chaval de la recepción de mi hostal, tomé el metro o MTR, que funciona francamente bien y resulta barato, hasta la estación de metro Central, para ir al barrio del mismo nombre, también conocido como Soho, y situado al otro lado de la bahía, para visitar un mirador al que supuestamente se accedía tras subir una larga escalera mecánica por tramos. Pero al llegar, no la encontré, y no fui el único. Vi a otros turistas como yo, consultando el mapa y mirando a todas partes. Pregunté a un par de locales, pero ninguno las conocía, y todos me indicaban la que tenía previsto que fuera mi segunda visita. No obstante, me sirvió para conocer esas calles aún más comerciales, si cabe, y con un ambiente más de turista occidental.   

Por tanto, caminé hasta que encontré el viejo funicular, construido en el año 1888, que sube hasta el pico Victoria, el más alto de Hong Kong con sus 552 metros, aunque me perdí y tuve que preguntar un par de veces. Eso hizo que no lo tomase desde la salida, sino desde una estación intermedia. El coste fue de 40 dólares ida y vuelta, y la inclinación endiablada, de unos 60 grados. Es el mejor lugar para ver toda la ciudad, y recomiendan hacerlo por la tarde, antes del anochecer, para verlo de día y de noche, y he de decir que realmente merece la pena. De hecho, se ha convertido en el lugar más turístico de Hong Kong.

Si al llegar subes dos o tres plantas más hasta la terraza panorámica, Sky Terrace, dicen que se obtienen aún mejores vistas. Pero para ello debes abonar 48 dólares más, y no es necesario. Saliendo del funicular, a la izquierda, se llega en unos metros a un mirador desde donde las fotografías ya son espectaculares, tanto de día como de noche. Siguiendo por ese camino, se pueden obtener alguna más tranquilas, pues la mayor parte de los turistas suelen quedarse en el mirador. Y si te apetece finalizar la subida al pico Victoria, sólo tienes que ir a la derecha del funicular, y caminar hasta el final de la carretera. Aunque las vistas no son de la ciudad, sino del lado y costa opuesta, y en ese día en particular, algo nublado, no pude ver mucho.

Vistas desde el Pico Victoria. Hong Kong. Diciembre 2015

Vistas desde el Pico Victoria. Hong Kong. Diciembre 2015

Lo malo fue al intentar regresar al mismo tiempo que el resto de turistas. La cola para subir al funicular zigzagueaba varias veces, por lo que decidí cenar antes en el McDonald's que había allí mismo, pensando que unos 45 minutos después mejoraría. Pero no fue así, y terminé esperando cerca de una hora. La salida, o entrada, según se mire, del funicular está a medio camino entre las estaciones de metro Admiralty y Central, perfecto para volver al hostal en menos de diez minutos.

Ya en la cama, apareció en el que sería mi compañero de dormitorio y litera, un joven argentino con el que estuve charlando un rato, antes de que volviese a irse para disfrutar la noche. Yo, en cambio, sin haber dormido absolutamente nada la noche anterior, y después de haber aguantado visitando la ciudad más de lo que había pensando en un inicio, caí rendido.

Isla Lantau


El segundo día había quedado con Stephen, un joven local que se puso en contacto conmigo a través de couchsurfing y me haría de guía por zonas menos turísticas de Hong Kong, fuera de la ciudad. Contestó a una solicitud abierta que escribí. Llevaba poco tiempo trabajando en su propia agencia turística independiente, así que lo hacía para promocionar la misma con los comentarios que escribiésemos sobre él en Tripadvisor. Todo totalmente gratuito. La idea comenzó como que yo quedaría con él por la mañana, y otra viajera americana por la tarde. Posteriormente, le propuse juntarnos a los dos, y aprovechar el día visitando más lugares diferentes. Y finalmente, cuando lo encontré en la estación Tung Chung, en un área urbanizada de la isla Lantau donde habíamos quedado, muy cerca del aeropuerto, me comentó que la americana no podría acudir, por lo que tuve la suerte de tener un gran guía privado todo aquel día. Adicionalmente, ya me habría preguntado con anterioridad el tipo de turismo que quería realizar a través de mis intereses (gastronómico, cultural, histórico, naturaleza, etc.), y como le contesté afirmativamente a todo, fue un día muy bien aprovechado, a la carta.   

Comenzó con un desayuno en un restaurante local cercano a la estación de metro, donde degusté el típico dim sum chino, con dumpling de cerdo, gambas o vegetales, entre otras cosas. Por supuesto, dejé que eligiera todo, mientras me explicaba diversos gestos o formas de comportarse de los chinos en la mesa, y la razón o procedencia de los mismos. Desde allí nos desplazamos en un autobús local hasta Pui O, una pequeña aldea costera en el sureste de la isla, y cuyo significado se puede traducir como la bahía de la concha. Me dijo que él creció en aquella zona, rodeada de naturaleza, bien distinta al asfalto y los edificios de la ciudad. Interesante también por ser el hogar del famoso búfalo salvaje de agua asiático. Los propietarios pusieron la mayor parte de éste y otro tipo de ganado en libertad en el pasado tras abandonar los arrozales.

Paisaje de Pui O. Hong Kong. Diciembre 2015

Búfalos de agua. Hong Kong. Diciembre 2015

Tras explorar la aldea, la playa y el templo Tin Hau, dedicado a la diosa del mar, subimos hasta Lo Yan Shan, que literalmente significa la colina del anciano, con una vistas únicas. Stephen era una persona de trato muy fácil, educado, agradable y un gran apasionado de su trabajo, es decir, transmitir la cultura, religión e historia de su país a cuantos quisieran escucharle. Y lo hacía realmente bien. Contestaba a cada una de mis preguntas con explicaciones amplias pero claras con un perfecto inglés. También estaba muy interesado en conocer los mismos aspectos sobre España, así que la conversación fluía cómodamente, incluyendo temas personales.

Vista desde la montaña Lo Yan Shan. Hong Kong. Diciembre 2015

Vista desde la montaña Lo Yan Shan. Hong Kong. Diciembre 2015

Con Stephen en la montaña Lo Yan Shan. Hong Kong. Diciembre 2015

Desde la colina, caminamos entre cinco y seis kilómetros hasta Mui Wo, una pequeña ciudad al este de la isla Lantau, donde comimos en un típico restaurante de té de Hong Kong. Allí probé el té con leche al estilo de Hong Kong, una versión modificada del té británico, y unas tostadas francesas al estilo de Hong Kong, y noodles con ternera. Todo realmente delicioso. Y barato.  

Continuamos el viaje en autobús hasta Tai O, un pueblo pesquero en el lado occidental de la isla Lantau, que en el pasado también tuvo importancia como productor de sal. Los primeros registros encontrados de esta villa datan del siglo XVI, aunque varias historiadores creen que existe desde hace mil años. Paseamos por el mercado de mariscos secos y vimos la zona de Sham Chung, donde las casas se levantan sobre el mar a través de grandes pilotes de madera. Es una arquitectura típica del sur de China, utilizada como hogar para la "gente de los barcos". Stephen me contó la historia al respecto, y resumiéndola mucho, derivan de aquellos que fueron fuertemente discriminados y marginados durante el periodo imperial, a los que no se permitía pisar tierra, y que tenían una cultura muy diferente al resto de los chinos que vivían en tierra.

Tai O. Hong Kong. Diciembre 2015

Tai O. Hong Kong. Diciembre 2015

Regresamos a la parte principal de la ciudad para visitar los templos Tin Hau y Kwan Tai, con deidades muy populares en la cultura china. El primero, con la diosa del mar, adorada por los pescadores, y el segundo, con el dios de la guerra y las artes marciales, venerado por militares, policías o gente de negocios. Por último, regresamos a Hong Kong en autobús. Me despedí de Stephen agradeciéndole aquel gran día, aunque me siguió aconsejando el resto de días en la ciudad.

¿Y ese dedo?. Templo Kwan Tai de Tai O. Hong Kong. Diciembre 2015

Volví directamente al hostal para recoger la mochila y cambiarme al nuevo, que estaba situado en la zona de la bahía de Caseway, perfecto para conocer otra parte de Hong Kong. Se llamaba Yesinn Caseway Bay, y el precio por una cama, en litera de tres, en un dormitorio de nueve camas con baño dentro, fue de unos 140 dólares, no lo recuerdo exactamente. La habitación y el mobiliario estaba impecable, y tenía una cocina común muy básica donde se podría preparar algo sencillo. La cama contaba con cortina, luz y enchufe propio, algo que siempre se agradece. 

Me duché y cambié de ropa, y salí a cenar y pasear por la zona, con muchos comercios y luces por todas partes, y calles abarrotadas de gente. Al día siguiente, antes de salir a desayunar, pregunté en recepción si tenían disponibilidad para las siguientes noches, pero me dijeron que no, que estaban completos. Así que al volver, busqué alojamiento para la siguiente noche, y tuve la suerte de encontrar una cama libre allí mismo, quizás por alguna cancelación. El pero fue que se trataba de un dormitorio mixto de veintiuna camas, también en literas de tres, pero eso era mejor que volver a cambiarme de hostal, y más barato, 110 dólares. Tenía dos baños dentro. Así que reservé, hice el check-out, por ser una habitación diferente a la que estaba, guardé la mochila en el lugar que tenían habilitado para ello, y fui a visitar el famoso gran Buda de Hong Kong, situado en la isla Lantau.

Stephen no quiso llevarme allí el día anterior, a pesar de pasar muy cerca, por tratarse de un lugar lleno de turistas, y porque lo interesante del tour era conocer otros bien distintos y menos conocidos. Para llegar allí, tuve que tomar primero el MTR hasta la misma estación donde quedé con él, Tung Chung. El teleférico Ngong Ping 360 es la manera más bonita de subir hasta la cima, pues se disfrutan de impresionantes vistas del mar, la montaña y la ciudad. Sin embargo, aquel día estaba en operaciones de mantenimiento, por lo que lo hice en el autobús número 23, más barato, y con una duración del trayecto similar. Se accede a ambas opciones caminando unos metros desde la estación Tung Chung.

El gran Buda Tian Tan es una estatua de bronce de 34 metros de altura y 250 toneladas de peso situada en la parte más alta de la isla Lantau. Es una de las representaciones de Buda más grandes de toda China. Si bien es cierto que durante las últimas décadas, existe una extraña y, a mi parecer, ridícula carrera en los países asiáticos por construir el Buda más alto o grande.

Hay 268 escalones hasta llegar a la estatua, por lo que la vistas desde arriba también son bonitas. Para pasar al interior se debe pagar una pequeña cantidad, que no hice porque pregunté lo que había dentro y no parecía merecer mucho la pena. Está construida sobre una flor de loto, y la rodean seis estatuas de dioses conocidas como "la ofrenda de los seis Devas". En realidad el gran Buda es una extensión del Monasterio Po Lin, con más de un siglo de historia, que también visité. Stephen tenía razón, todo el complejo estaba lleno de turistas, incluidos varios españoles.

Gran Buda Tian Tan. Hong Kong. Diciembre 2015

Gran Buda Tian Tan. Hong Kong. Diciembre 2015

Monasterio Po Lin. Hong Kong. Diciembre 2015

Monasterio Po Lin. Hong Kong. Diciembre 2015

Volví tras mis pasos, pero en lugar de hacerlo directamente al hostal, visité las famosas calles Tung Choi y Sai Yeung Choi del centro de Hong Kong, llenas de comercios de electrónica, telefonía y deporte. Éstas últimas tenías cada una de las zapatillas que vendían envueltas en un perfecto plástico transparente. Por supuesto, estaban abarrotadas de gente, y no sólo de turistas, pues dicen que en estos locales se consiguen los precios más baratos de la ciudad, aunque comprobé varios de ellos y no me lo pareció. Las paradas de metro más cercanas son las de nombre Prince Edward y Mong Kok.

Calles Tung Choi y Sai Yeung Choi. Hong Kong. Diciembre 2015

Entré en una cafetería para descansar un rato y esperar a que se levantase el mercado nocturno, no muy lejos de allí, a dos paradas de metro, y de nombre Yau Ma Tei. Éste comienza a las 18:00, y como en tantos otros, se trata de pequeños puestos con diversos artículos y ropas a ambos lados de las distintas calles que cruza. Sin embargo, no me pareció nada especial comparado con el de otras ciudades asiáticas, mucho más auténticos.

Desde allí seguí caminando por la zona ya conocida de Tsim Sha Tsui hasta el puerto Victoria, para ver el espectáculo de luces proyectado desde los edificios del otro lado de la bahía cada noche a las 20:00. Y finalmente volví al hostal. No dormí mal, aunque tuve que llamarle la atención a un niñato al que le dio por beber cerveza y conversar en alto con otras dos chicas dentro del dormitorio, sin respetar a otras personas que ya intentábamos dormir. 

Bahía Victoria y las vistas de la otra parte de la ciudad. Hong Kong. Diciembre 2015

A la mañana siguiente, al bajar a desayunar, me confirmaron que nuevamente estaban completos. Así que fui a visitar el parque Victoria, y a ojear un hostal cercano con buena puntuación y con disponibilidad para la siguiente noche. No obstante, cuando llegué acababa de colgar el cartel de completo. No pude acercarme a la parte del río porque estaba totalmente cortada por obras, pero en una de las plazas encontré una exposición sobre Starts War, con grandes maquetas de Lego.

Exposición de Lego sobre Stars War. Hong Kong. Diciembre 2015

Regresé al hostal y reservé otro hostal para la última noche, situado cerca de las calles comerciales y del mercado nocturno de la tarde anterior, que volví a visitar también ese día. Se llamaba Apple Inn, y pagué 150 dólares, el más caro de aquellas cuatro noches, por una cama en un dormitorio de cuatro, con baño dentro y poco espacio para moverse. También contaba con cortina, luz y enchufe propio. El café, té o agua eran gratuitos, así como la lavadora, el detergente y la secadora y, lo más sorprendente, las llamadas internacionales desde un teléfono disponible para ello. Aproveché esto último para llamar a mi familia, y la lavadora para hacer la colada, aunque como ya preveía, no quitó una sola mancha, aunque al menos, la ropa olía a limpia. Eso sí, tuve que esperar, porque otros tantos clientes hicieron lo mismo. 

La conexión wifi también era muy buena, y aproveché para ver un par de capítulos de The Walking Dead, una serie que sigo. Estaba cansado, ya conocía la zona y los otros clientes de la habitación aún no habían llegado, así que era el momento justo. Salí a comer, volví para estar pendiente de la lavadora, volví a salir para pasear hasta después de la cena, y regresé. Encontré a dos chicos jóvenes taiwaneses en mi dormitorio, así que aproveché para pedirles recomendaciones, pues llegaría a Taipei, la capital, en dos días.

A la mañana siguiente, me desplacé, primero en MTR y luego caminando, hasta la terminal de los ferries que van hacia Macao. El ambiente era algo caótico, mucha gente intentando comprar un billete más caro que lo que me dijeron días atrás al preguntar, pues era fin de semana, personas ofreciéndome otros tantos entre medias de la multitud, incluso más caros, y el ferry de las nueve de la mañana apunto de salir. No quería esperar, ni tampoco me fiaba de los billetes que vendían esas personas, así que pregunté a uno de ellos dónde estaba su compañía, y fui directamente allí. De primeras, el dueño me dijo que no quedaban billetes para las nueve, y después de preguntar en la taquilla de en frente, directamente me lo ofreció por el mismo precio que los días diario. No entendí su actitud, es decir, porqué un minuto antes dijo que no cuando el ferry estaba a punto de salir. Pero no pregunté, lo compré y me fui.

Tenía que pasar el control policial, y por un momento pensé que no tendría tiempo suficiente, pero la fila de personas esperando se movió rápida, afortunadamente. La compañía se llamaba TurboJet, y el precio fue de 177 dólares. Los asientos eran muy cómodos, y con suficiente espacio entre ellos. La duración del trayecto no llegó a la hora, aunque el tiempo no era el mejor y había algo de oleaje. Lo mejor fue contar con conexión wifi gratuita, por lo que pude avisar a May sobre la hora de mi llegada, una joven china que me alojaría en Macao la siguiente noche, y con la que me puse en contacto a través de couchsurfing. 

En resumen, viajar a Hong Kong es una experiencia apasionante, y no sólo por ser una metrópoli fascinante, llena de contrastes y nada que ver con otras grandes urbes asiáticas. Tiene muchas zonas por explorar, y algunas de las más bonitas están fuera de la ciudad, como en la isla Lantau. Tres días allí es lo mínimo que recomiendo, aunque si te gusta la naturaleza, entonces te harán falta uno o dos más. El pero es que encontrarás precios más altos que en otros países asiáticos, y la necesidad de reservar hostal por adelantado, pues el propio turismo chino procedente del interior del país lo copa todo. ¿Comprar tecnología barata en Hong Kong?. Bueno, a mí no me lo pareció tanto, sin contar las dificultades de gestión si encontraras algún defecto o problema posteriormente. Yo no lo recomiendo, pero para gustos, colores.


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